Anillo de alianzas
Cubrir con un anillo un dedo desnudo, deslizar una alianza en el índice, corazón o meñique, depende un poco de la compañía. Puede que incluso en el mismo dedo que una sortija predispuesta. Y es que la mano necesita ser vestida para cuando llegue el momento, pueda pasear distraída ante la mirada relajada de nuestro acompañante. Y si a veces se detiene por un juego de luces y brillos proporcionado por el mismo sol, solo entonces dejar esa mano libre para que la del acompañante nos la sujete. Ya sea paseando, ya sea disfrutando del paisaje. Siempre allí afianzando ese momento.
Rosa, marfil engarzado en baño de plata, como un palacio en su jardín, como ese jardín bajo tus pasos. A veces no vale, (yo creo que nunca) elegir nuestros complementos al azar. Comprar por comprar, o lo que es peor llevar por llevar. Dejarse llevar por ese impulso y adquirir lo primero que veamos para luego ser una de las muchas primeras del lugar. La originalidad, la exclusividad no entienden de prisas, entienden de tiempo, de paciencia y de gusto. Lo que para unos les parecen simple ramas, a otros se nos transforman en preciosos complementos para añadir a nuestro árbol.
Quizás el día que nuestra alianza se extinga, que todo parta y nada nos quede, ese anillo que siempre vuelve pueda ser canjeado por ese paseo, por esa ribera, por esos atardeceres. Por eso, por ese quizás o por los que quieras imaginar contempla una vez más lo que naturaleza te regala, lo que un artesano te obsequia. Y pinta con ello, tus cielos, tus días y por supuesto tus despertares.
Alianzas que nunca son efímeras, uniones para toda tu vida en sintonía con la naturaleza, la tuya por supuesto.
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