padre nuestro

Padre nuestro

¿Qué es la religión? ¿Una creencia, una forma de vivir, una manera de pensar, una moda? Pues nada y todo de ello a la vez. Un sentimiento profundo de sentirse amparado, cuidado por un padre, por alguien superior en las alturas, o por alguien muy cercano en nuestro corazón. Cada persona es diferente, a Dios cada uno le siente a su manera, o no lo siente, o le teme, o le ama, o le adora, o simplemente no cree.

No juzguéis dijo su hijo y no lo hacemos, libertad personal pero eso si con buen gusto. No para rendir culto a la belleza ni al ídolo dorado, sino para sentirse bien con uno mismo, con una misma y sus condiciones, creencias y convicciones.

Un colgante con una oración, con un verso a las alturas de nuestro interior, unas palabras para abrir la noche de sentirse solo, una hermosa letanía para sentirse uno con el todo. O para otros una bonita joya, un colgante que nos puede proteger, de la envidia, del peligro, de nosotros mismos…

Siempre hay un lugar en la vida para meditar, para detenerse y refugiarse en el silencio. Y cuando no es posible, este collar pueda servir como un recordatorio, para detenerse y contemplar nuestro camino, un alto para recuperar aliento y seguir caminando un poco más seguro.

Como hace 2000 años, para ti, Padre nuestro que estás en los cielos…

Disponible en la web del Rincón

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Sol de invierno

Fue en el jardín de las acacias, una tarde soleada de invierno. Yo jugaba a sentirme triste y él; extrañado por mi cambio de humor, trataba de complacerme agarrándome fuerte la mano. Mi corazón bombeaba con fuerza pero mi juego de nostalgias por querer sentirme más amada, dejaba soltar mi mano mientras perdía la mirada en el destello del sol tras las ramas.

solinvierno

 

Me decía cosas dulces, promesas turquesas que te hacen vibrar cuando se rubrican con mi nombre en sus labios. Pero yo ansiaba ser uno de esos rayos que el sol lucía en el azul y gélido cielo de Enero. Paseamos toda la tarde mientras el jardín se me antojaba pequeño, quizás me apetecía andar por un camino eterno escuchando su voz. Llegábamos a la puerta verde del guarda. Puerta que cerraba el paso a los mundos de la monotonía y la rutina. Puerta que se hacía grande según avanzábamos, de un verde manzana gastado por varios inviernos y de una madera eterna que dividía la invisible barrera de estar solos o acompañados.

Pero esta vez algo brillaba colgando del tirador de hierro forjado. Un destello multicolor, de morados, verdes, rosas y de una promesa de amor rubricado. Mi corazón no pudo más y me volví para abrazarle. Irradiaba calor y una sonrisa…y por supuesto el reflejo de un guiño en sus ojos al guarda de la puerta.

Qué tardes tan felices las de aquel Enero.

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